sábado, 6 de agosto de 2016

Enséñase cómo la nada es el atajo para alcanzar la pureza del alma, la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz.- Miguel de Molinos (1628-1696)


187. El camino para llegar a aquel alto estado del ánimo reformado, por donde inmediatamente se llega al sumo bien, a nuestro primer origen y suma paz, es la nada. Procura estar siempre sepultada en esa miseria. Esa nada y esa conocida miseria es el medio para que el Señor obre en tu alma maravillas. Vístete de esa nada y de esa miseria y procura que esa miseria y esa nada sea tu continuo sustento y morada, hasta profundarte en ella; yo te aseguro que, siendo tú de esta manera la nada, sea el Señor el todo en tu alma.

188. ¿Por qué piensas que embarazan infinitas almas la abundante corriente de los divinos dones? Porque quieren hacer algo y desean el ser grandes; todo es salirse de la interior humildad y de su nada, y así impiden las maravillas que quiere obrar aquella infinita bondad. Apéganse a los mismos dones espirituales por salir del centro de la nada, y todo lo malogran. No buscan a Dios con verdad, y así no le hallan; porque has de saber que no se halla sino en el desprecio de nosotros mismos y en la nada.

189. Nos buscamos a nosotros mismos siempre que salimos de la nada, y por eso no llegamos jamás a la quieta y perfecta contemplación. Éntrate en la verdad de tu nada y de nada te inquietarás, antes bien te humillarás, confundirás y perderás de vista tu propia reputación y estima.

190. ¡Oh, qué baluarte tan fuerte has de hallar en esa nada! ¿Quién te ha de dar pena si te guareces en esa fortaleza? Porque el alma que es de sí misma despreciada y que en su conocimiento es nada, nadie la puede hacer agravio ni injuria. El alma que está dentro de su nada guarda silencio interno, vive transformada en el sumo bien, no apetece nada de todo lo criado, vive en Dios sumergida y se está resignada en cualquier tormento, porque siempre juzga es más lo que merece. Estándose el alma quieta en su nada, la perfecciona, enriquece y pinta el Señor en ella sin embarazo su imagen y semejanza.

191. Por el camino de la nada has de llegarte a perder en Dios, que es el último grado de la perfección, y si así te sabes perder, serás dichosa, te ganarás y te acertarás a hallar. En esta oficina de la nada se fabrica la sencillez, se halla el interior e infuso recogimiento, se alcanza la quietud y se limpia el corazón de todo género de imperfección. ¡Oh, qué tesoro descubrirás si haces en la nada tu morada! y si te entras en el centro de la nada, en nada te mezclarás por afuera (escalón en donde tropiezan infinitas almas), sino solamente en aquello que por oficio te toca.

192. Si te estás encerrada en la nada, adonde no llegan los golpes de las adversidades, nada te dará pena, nada te inquietará. Por aquí has de llegar al señorío de ti misma, porque sólo en la nada reina el perfecto y verdadero dominio. Con el escudo de la nada vencerás las vehementes tentaciones y terribles sugestiones del envidioso enemigo.

193. Conociendo que eres nada, que puedes nada y que vales nada, abrazarás con quietud las pasivas sequedades, tolerarás las horribles desolaciones, sufrirás los espirituales martirios e interiores tormentos. Por medio de esa nada has de morir en ti misma de muchas maneras, en todos los tiempos y a todas horas. Y cuanto más fueres muriendo, tanto más te irás profundando en tu miseria y bajeza y tanto más te irá el Señor elevando, y a sí mismo uniendo.

194. ¿Quién ha de despertar al alma de aquel dulce y sabroso sueño, si se duerme en la nada? Por aquí llegó David sin saberlo a la perfecta aniquilación. Ad nihilum redactus sum, et nescivi (Psal. 72:22) [“estúpido de mí, no comprendía”]. Estándote en la nada, cerrarás la puerta a todo lo que no es Dios; te retirarás aun de ti misma, y caminarás a aquella interior soledad a donde el divino Esposo habla al corazón a su esposa, enseñándola la alta y divina sabiduría. Anégate en esa nada y hallarás en ella sagrado asilo para cualquier tormenta.

195. Por este camino has de volver al dichoso estado de la inocencia, que perdieron nuestros primeros padres. Por esta puerta has de entrar a la tierra feliz de los vivientes, donde hallarás al sumo bien, la latitud de la caridad, la belleza de la justicia, la derecha línea de equidad y rectitud y, en suma, toda la perfección. Últimamente no mires nada, no desees nada, no quieras nada, ni solicites saber nada, y en todo vivirá tu alma con quietud y gozo descansada. Este es el camino para alcanzar la pureza del alma, la perfecta contemplación y la interior paz. Camina, camina por esta segura senda, y procura en esa nada sumergirte, perderte y abismarte si quieres aniquilarte, unirte y transformarte.

Guía Espiritual, Libro III, Cap. XX