sábado, 5 de noviembre de 2016

Desarrollo de las fuerzas humanas.- Karl von Eckartshausen (1752-1803)


Cuantos más órganos tiene un cuerpo para la percepción, desarrollo y propagación de diversas influencias, más rica y perfecta es su existencia, pues hay más capacidad vital.

Hay algunas fuerzas que duermen en nosotros para las que no tenemos órganos y que, por consiguiente, no pueden actuar.

Estas fuerzas durmientes pueden ser despertadas, es decir, que podemos organizarnos de modo que estas fuerzas se vuelvan activas en nosotros.

Un órgano es una forma en la que actúa una fuerza, y toda forma se compone dirigiendo sus partes hacia la fuerza actuante.  

Organizarse para la acción de una fuerza significa, simplemente, dar a las partes una forma o situación determinada para que la fuerza pueda actuar en ellas. En esto consiste la organización.

Ahora bien, así como la luz no existe, en realidad, para el hombre que carece del órgano adecuado, de ojos para la luz, mientras que los que tienen este órgano gozan de ella, así muchos hombres no pueden gozar de lo que otros sí pueden. Quiero decir que un hombre puede estar organizado de tal modo que sienta, oiga, guste y vea cosas que otro no puede sentir, oír, gustar, ni ver, porque le falta el órgano adecuado.

En este caso, todas las explicaciones serían inútiles, pues uno mezclaría siempre las ideas recibidas a través de su órgano particular con las ideas del otro. Sólo se puede gustar y comprender algo en la medida que contacta con nuestras propias sensaciones.

Del mismo modo que recibimos todas nuestras ideas a través de los sentidos y que todas las operaciones de nuestra razón son abstracciones de impresiones sensibles, existen muchas cosas de las que no nos podemos hacer una idea porque carecemos de su sensación. Sólo aquello para lo que tenemos un órgano se vuelve sensible para nosotros.

Parece, pues, quedar demostrado que los hombres organizados para el desarrollo de las fuerzas superiores, sólo pueden dar una idea muy vaga de la verdad superior a los que no están organizados para ello. 

Así pues, todos nuestros escritos y discusiones sirven de poco. Los hombres deben, primeramente, organizarse para la percepción de la verdad.

Aunque escribiéramos para los ciegos folios enteros sobre la luz, estos no la verían mejor. Primero les hemos de dar el órgano de la vista.

Ahora, la pregunta es: ¿En qué consiste el órgano de percepción de la verdad? ¿Qué hace al hombre capaz de recibirla? 

Respondo: La simplicidad del corazón. Pues la simplicidad sitúa al corazón en una posición adecuada para recibir, con pureza, el rayo de la razón, que organiza el corazón para recibir la Luz.

La Nube sobre el santuario