domingo, 11 de diciembre de 2016

De la naturaleza de la humildad; cuándo es perfecta y cuándo es imperfecta.- La Nube del No-Saber, Anónimo del siglo XIV.


Consideremos, pues, la virtud de la humildad de forma que puedas entender por qué es perfecta cuando Dios solo es su fuente y por qué es imperfecta cuando surge de otra fuente aun cuando Dios pudiera ser la principal. Trataré de explicar primero lo que es la humildad en sí misma y después será más fácil captar la diferencia.

Un hombre es humilde cuando permanece en la verdad con un conocimiento y apreciación de sí mismo tal cual es. Y de hecho, cualquiera que se vea y experimente tal como real y verdaderamente es, no tendrá dificultad alguna en ser humilde, pues dos cosas le aparecerán muy claras. En primer lugar, verá claramente la degradación, miseria y flaqueza de la condición humana, fruto del pecado original. De estos efectos del pecado original el hombre nunca se verá totalmente libre en esta vida, por santo que llegue a ser. En segundo lugar, tendrá que reconocer la bondad trascendente de Dios tal como es en sí mismo y en su rebosante y superabundante amor hacia el hombre. Ante tan gran bondad y amor la naturaleza tiembla, los sabios tartamudean como locos, y los ángeles y santos quedan cegados por su gloria. Tan abrumadora es la revelación de la naturaleza de Dios, que si su poder no los sostuviera, no me atrevo a pensar qué sucedería.

La humildad engendrada por este conocimiento experimental de la bondad y del amor de Dios la llamo perfecta, porque es una actitud que el hombre mantendrá incluso en la eternidad. Pero la humildad que surge de una comprensión realista de la condición humana la considero imperfecta, porque no sólo desaparecerá en la muerte juntamente con su causa, sino que en esta misma vida no siempre será operativa. Pues a veces las personas muy avanzadas en la vida contemplativa pueden recibir de Dios tal gracia que de repente se sientan totalmente fuera de sí mismas y sin pensar o preocuparse por sí son santas o pecadoras. Los contemplativos ya adelantados pueden experimentar esto con mayor o menor frecuencia, según la sabiduría de Dios, pero en cualquier caso, a mi juicio, es un fenómeno pasajero. Durante este tiempo, sin embargo, aunque pueden perder todo interés o preocupación por sus pecados o virtudes, no pierden el sentido del inmenso amor y bondad de Dios y por tanto, tienen humildad perfecta. Por otra parte, si el primer motivo es operativo, aunque sea de modo secundario, sólo tienen humildad imperfecta. No estoy sugiriendo, sin embargo, que se dé de lado el primer motivo. No quiera Dios que me entiendas mal, pues estoy convencido de que las dos cosas son provechosas y necesarias en esta vida.

Que en esta vida la humildad imperfecta ha de preceder a la perfecta.

 

Si hablo de la humildad imperfecta no lo hago porque dé poca importancia al verdadero autoconocimiento. Aunque se juntaran todos los ángeles y santos del cielo con todos los miembros de la Iglesia en la tierra, situados en todos los grados de la santidad cristiana, y rogaran por mi crecimiento en la humildad, estoy cierto que no me aprovecharía tanto ni me llevaría tan rápido a la perfección de esta virtud, como un poco de autoconocimiento. Ciertamente, es imposible llegar a la perfecta humildad sin él.

Por tanto, no huyas del sudor y de la fatiga que supone el conseguir un verdadero autoconocimiento, pues estoy seguro de que cuando lo hayas adquirido llegarás muy pronto al conocimiento experiencial de la bondad y del amor de Dios. No un conocimiento completo, naturalmente, pues eso no es posible al hombre; ni siquiera tan completo al que poseerás en la alegría de la eternidad, pero sí un conocimiento tan completo como es posible al hombre en esta vida.

Mi propósito al explicar los dos tipos de humildad no es ponerte en seguimiento de la perfecta con desprecio de la imperfecta. No, y confío en que nunca harás esto. Mi intención es simplemente ayudarte a apreciar la excelsa dignidad de la obra contemplativa del amor, en comparación con cualquier otra posible con la ayuda de la gracia. Pues el amor secreto de un corazón puro que presiona sobre esa nube oscura del no-saber que está entre ti y tu Dios de una manera oculta, pero cierta, incluye en sí mismo la perfecta humildad sin ayuda de ideas concretas o claras. Quería además que apreciaras la excelencia de la humildad perfecta de forma que la mantuvieras ante tu corazón como un acicate a tu amor.

Esto es importante para nosotros dos. Y finalmente, me he esforzado por explicar todo esto porque creo que un conocimiento pleno sobre la perfecta humildad por sí mismo te hará más humilde. Pues pienso a menudo que la ignorancia de los dos grados de humildad ocasiona una buena dosis de orgullo. Es muy posible que un poco de gusto de lo que he llamado humildad imperfecta pudiera llevarte a creer que ya eres humilde a la perfección. Te engañarías a ti mismo y, lo que es más, habrías caído en el fétido cieno de la presunción. Esfuérzate, pues, por conseguir esta virtud en toda su perfección. Cuando una persona la experimenta no pecará ni entonces ni durante mucho tiempo. 

Cap. 13 y 14

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[...] deja que sea la maravillosa trascendencia y bondad de Dios la que te enseñe la humildad, mejor que el pensamiento de tus propios pecados, pues entonces tu humildad será perfecta. Atiende más a la soberanía absoluta de Dios que a tu propia miseria. Y recuerda que los que son perfectamente humildes no carecerán de nada de cuanto necesitan, sea en el orden espiritual o material. Dios les pertenece y él es su todo. Quien posee a Dios, como atestigua este libro, no necesita otra cosa en esta vida.

Y así como él vendrá en nuestra ayuda espiritual, de la misma manera incitará a otros a procurarnos comida y vestido y satisfará las necesidades de la vida cuando vea que no dejamos la obra del amor para atender a tales cosas por nosotros mismos. Digo esto especialmente para refutar a los que erróneamente sostienen que nadie se puede dedicar a la vida contemplativa sin haber provisto antes a todas sus necesidades materiales. Dicen: «Dios envía la vaca, pero no por el cuerno». Pero interpretan falsamente a Dios y ellos lo saben. Pues Dios nunca defrauda a los que verdaderamente abandonan los intereses mundanos para dedicarse a él. Puedes estar cierto de esto: él proporcionará una de las dos cosas a sus amigos. O recibirán en abundancia todo lo que necesiten, o les dará aguante físico y un corazón paciente para soportar la necesidad. ¿Qué más da que haga lo uno o lo otro? Le es todo lo mismo al verdadero contemplativo. Todo el que pone en duda esto, demuestra que el maligno ha robado la fe de su corazón o que todavía no está tan totalmente entregado a Dios como debiera, a pesar de ingeniosas y estudiadas apariencias en contrario.
Cap. 23