lunes, 26 de diciembre de 2016

Qué sea la caridad en sí misma; y cómo se contiene sutil y perfectamente en el amor contemplativo.- La Nube del No-Saber, Anónimo del siglo XIV.


Hemos visto que la perfecta humildad es una parte integral del puro y ciego amor del contemplativo. Siendo todo él impulso hacia Dios, este simple amor golpea incesantemente sobre la oscura nube del no-saber, dejando todo pensamiento discursivo bajo la nube del olvido. Y así como el amor contemplativo fomenta la perfecta humildad, de la misma manera crea la bondad práctica, especialmente la caridad. Pues en la caridad verdadera uno ama a Dios por sí mismo, por encima de todo lo creado, y ama a su hermano el hombre porque esta es la ley de Dios. En la obra contemplativa, Dios es amado por encima de toda criatura pura y simplemente por él mismo. En realidad, el verdadero secreto de esta obra no es otra cosa que un puro impulso hacia Dios por ser él quien es.

Lo llamo puro impulso porque es totalmente desinteresado. En esta obra el perfecto artesano no busca el medro personal o verse exento del sufrimiento. Desea sólo a Dios y a él solo. Está tan fascinado por el Dios que ama y tan preocupado porque se haga su voluntad en la tierra, que ni se da cuenta ni se preocupa de su propia comodidad o ansiedad. Y esto porque, a mi juicio, en esta obra Dios es realmente amado perfectamente y por ser él quien es. Pues un verdadero contemplativo no debe compartir con ninguna otra creatura el amor que debe a Dios.

En la contemplación, además, también se cumple totalmente el segundo mandamiento de la caridad. Los frutos de la contemplación son testigos de esto aun cuando durante el tiempo real de la oración el contemplativo avezado no dirija su mirada a ninguna persona en particular, sea hermano o extraño, amigo o enemigo. En realidad, ningún hombre le es extraño, porque considera a cada uno como hermano. Y nadie es su enemigo. Todos son sus amigos. Incluso aquellos que le hieren o le ofenden en la vida diaria son tan queridos para él como sus mejores amigos y todos los buenos deseos hacia sus mejores amigos se los desea a ellos. 

Que durante el tiempo de la oración contemplativa, el perfecto contemplativo no centra su atención en ninguna persona en particular


Ya he explicado que durante esta actividad un verdadero contemplativo no se detiene en el pensamiento de ninguna persona en particular, sea amigo, enemigo, extraño o familiar. Pues todo aquel que desea ser perfecto en ella ha de olvidarse de todo excepto de Dios.

No obstante, por medio de la contemplación va creciendo en amor y bondad prácticas, de manera que, cuando habla o reza con sus hermanos cristianos en otros momentos, el calor de su amor les alcanza también a ellos sean amigos, enemigos, extraños o familiares. Si existe alguna parcialidad, es más probable que exista hacia su enemigo que hacia su amigo. (No es que nunca abandone totalmente la contemplación -esto no podría hacerse sin un gran pecado-, pero a veces la caridad le exigirá que descienda de las alturas de su obra para hacer algo en favor de sus semejantes).

Pero en la actividad contemplativa misma, no distingue entre amigo y enemigo, hermano o extraño. Con ello, sin embargo, no quiero dar a entender que haya que dejar de sentir un afecto espontáneo hacia unos pocos que le son especialmente íntimos. Lo sentirá, naturalmente, y con frecuencia. Esto es perfectamente natural y legítimo por muchas razones que sólo el amor conoce. Recuerda que Cristo mismo tuvo especial amor por Juan, María y Pedro. Lo que quiero destacar es que durante la actividad contemplativa todos le son igualmente queridos, puesto que es Dios quien le mueve a amarlos. Ama a todos los hombres simple y llanamente por Dios; y los ama como él se ama a sí mismo.

Todos los hombres se perdieron por el pecado de Adán, pero todos aquellos que por su buena voluntad manifiestan un deseo de ser salvados, serán salvados por la muerte redentora de Cristo. Una persona profundamente comprometida en la contemplación participa en el sufrimiento redentor de Cristo, no exactamente como sufrió Cristo, sino de una manera similar a la de Cristo. Pues en la verdadera contemplación la persona es una con Dios en un sentido espiritual y hace todo lo que está en su mano para atraer a otros a la contemplación perfecta. Sabes que todo tu cuerpo comparte el dolor o el bienestar sentido por cada una de sus partes porque es una unidad. En sentido espiritual, todos los cristianos son partes del único cuerpo de Cristo. En la Cruz se sacrificó a sí mismo por su cuerpo, la Iglesia. Quien desee seguir a Cristo de una manera perfecta, ha de estar dispuesto también a entregarse a la obra espiritual del amor para la salvación de todos sus hermanos y hermanas de la familia humana. Repito, no sólo por sus amigos y su familia y aquellos que le son más queridos, sino que también ha de trabajar para la salvación de toda la humanidad con afecto universal. Pues Cristo murió para salvar a todo el que se arrepiente de sus pecados y busca la misericordia de Dios.

Ves, por tanto, que el amor contemplativo es tan refinado e integral que incluye en sí mismo la perfecta humildad y la caridad. Por las mismas razones y en el mismo sentido, incluye también todas las demás virtudes. 

Cap. 24 y 25