martes, 24 de enero de 2017

El acercamiento a la oración contemplativa.- Teófano el Recluso (1815-1894).


En la oración puramente contemplativa, las palabras y los pensamientos desaparecen, no por nuestra voluntad, sino por impulso previo. La oración del intelecto se transforma en oración del corazón, o mejor, en oración del intelecto en el corazón; su aparición coincide con la del calor en el corazón. A partir de ese momento, en el curso normal de la vida espiritual, no hay ninguna otra. Esta oración, profundamente arraigada en el corazón, puede prescindir de palabras y de pensamientos; puede consistir únicamente en permanecer en presencia de Dios, abriéndole nuestro corazón en la adoración y el amor. Es un estado en el cual se es irresistiblemente empujado a permanecer interiormente en presencia de Dios; o bien es la visita del espíritu de oración. Pero todo esto no constituye todavía la verdadera oración contemplativa, que es el estado de oración más elevado, y que sólo aparece de tiempo en tiempo entre los elegidos por Dios.

Oración activa y oración contemplativa


La acción de la oración en el corazón puede realizarse de dos maneras. A veces es el intelecto el que actúa primero, uniéndose al Señor por un continuo recuerdo suyo en el corazón; otras veces es la oración que actúa por sí misma cuando, movida por el fuego de la alegría, atrae el intelecto hacia el corazón y lo mantiene allí, ocupado en invocar al Señor Jesús, sosteniéndose ante él con respeto.

La primera clase de oración requiere un esfuerzo, la segunda actúa por sí misma. En el primer caso, cuando la fiebre de las pasiones se ha calmado, la acción de la oración comienza a manifestarse en el cumplimiento de los mandamientos y el calor del corazón como consecuencia de la invocación perseverante del Señor Jesús.

En el segundo caso, el Espíritu atrae al intelecto hacia el corazón y lo establece en sus profundidades, impidiendo su vagabundaje habitual. En ese caso, no se está como prisionero llevado de Jerusalén a Asiria, sino, por el contrario, como un repatriado que vuelve de Babilonia a Sión, diciendo con el profeta: “Eres alabado, oh Dios, en Sión. Y se cumplirán en Jerusalén los votos que te han hecho” (Salmo 64, 2).

Además de esos dos tipos de oración, es posible encontrar, a veces el intelecto activo, y otras el intelecto contemplativo. El intelecto activo destruye las pasiones con ayuda de Dios. El intelecto contemplativo ve a Dios, en la medida en que esto es posible para el hombre.
El arte de la Oración