lunes, 2 de enero de 2017

La Oración.- Louis-Claude de Saint-Martin (1.743-1.803)

  

“Si la naturaleza es como la iniciación de todas las religiones, 
la oración sería como la consumación, 
puesto que las contiene a todas”
Obras póstumas, La Oración

"...siendo la oración para su Ser intelectual 
[ser espiritual del hombre]
lo que la respiración es para su cuerpo".
[CN, IX] 

La oración es la principal religión del hombre porque es la que une nuestro corazón a nuestro espíritu; y esto ocurre porque nuestro corazón y nuestro espíritu no están ligados al cometer tantas imprudencias, viviendo en medio de tantas tinieblas e ilusiones. Cuando, al contrario, se unen nuestro espíritu y nuestro corazón, Dios se une naturalmente a nosotros, puesto que nos ha dicho que cuando nos reunamos en su nombre, estará entre nosotros, y entonces podremos decir, como el Reparador: Dios mío, sé que me complaces siempre”.
Obras póstumas, La Oración

La oración es el verdadero alimento del alma, es de aquí de donde se activan todas sus facultades, es también el lugar de donde retira sus mayores fortalezas y toda la evidencia de la luz”.
Continuación de las instrucciones sobre el otro plano


“¿Dónde encontraré una idea justa de la oración y de los efectos que puede producir? Es mi único recurso, mi único deber, mi única obra en esta región tenebrosa y en este miserable teatro de expiación.

Puede purificar y santificar mis vestiduras, mis alimentos, mis posesiones, las materias de mis sacrificios, todos los actos y todas las ataduras de mi ser.

Por mi oración, puedo alcanzar hasta las esferas superiores, cuyas esferas visibles no son más que imágenes imperfectas.

Más aún, si aparece delante de mí un hombre cuyos discursos o defectos me afligen, puedo, por la oración, retomar interés por él, en lugar de la antipatía que me había causado.

Podré obtener, por mi oración, que el impío se vuelva religioso, que el hombre colérico se haga manso y el insensible se llene de caridad. Puedo, por ella, resucitar la virtud por todas partes.

A través de mi oración, conseguiré descender a los lugares de tinieblas y de dolor, y llevar hasta allí algún alivio. ¿No fue la oración lo que en otro tiempo levantó al cojo, hizo ver al ciego y oír al sordo? ¿No fue la que resucitó muertos?

Debo esperar todo de Dios, sin duda; pero esperar todo de Dios no es permanecer en la apatía y en la quietud. Es implorarle, por mi actividad y por las dolencias secretas de mi alma, hasta que, estando libre mi lengua, pueda suplicarle con sonidos armoniosos y cánticos.

Por la fuerza y la perseverancia en mi oración, obtendré, o la convicción exterior, que es el testimonio, o la convicción interior, que es la fe. He ahí por qué los sabios dijeron que la oración era una recompensa.

El secreto del progreso del hombre consiste en su oración; el secreto de su oración, en la preparación; el secreto de la preparación, en una conducta pura.

El secreto de una conducta pura está en el temor de Dios;  el secreto del temor de Dios, en su amor, porque el amor es el principio y la sede de todos los secretos, de todas las oraciones y de todas las virtudes.

¿No fue el amor el que profirió las dos oraciones más grandiosas que fueron comunicadas al hombre? ¿La que Moisés escuchó sobre la montaña, y la que Cristo pronunció delante de sus discípulos y del pueblo reunido?” [HD 101]

No es por la repetición de las palabras de la oración por lo que el hombre nuevo ha llegado a esta unión con el espíritu, sino por el fuego interior de su ser, que se ha inflamado y ha difundido alrededor de él una luz parecida a aquella de la que ha tomado en su origen. La ley de la afinidad ha hecho todo lo demás y ni siquiera ese fuego de su ser interior se ha encendido nada más que por el suave soplo de la sabiduría, que solo pretende dar a cada cosa sus propiedades. […]

Ese es, pues, el suave soplo de esta sabiduría que va a desarrollar en el hombre nuevo su verdadera oración, que es la acción natural de su ser, pues esa oración no debe tener más finalidad que mantener en el hombre el orden, la seguridad, la medida. Debe hacer que el enemigo esté siempre fuera de lugar, que el corazón del hombre beba siempre en las fuentes de aguas vivas y su pensamiento sea como un foco en el que se unen las luces Divinas, para reflejarse después con más fulgor. Como éstas son las facultades primitivas del hombre, cuando llegan a alcanzar la meta a la que están destinadas, el hombre está realmente en su oración o, mejor dicho, el hombre está entonces realmente en la oración y en el sacrificio del aroma más agradable que pueda recibir el Señor. Pero ¿dónde está el que se ha convertido de verdad en una oración y en un sacrificio del aroma más agradable para el Señor? […]

En cuanto al hombre nuevo, se ha convertido en realidad en una oración activa, con lo que sus facultades han recuperado los derechos de su destino original. Ha dicho: «invocaré a Dios en el nombre del reparador, invocaré al reparador en el nombre del cumplimiento de la ley, invocaré al cumplimiento de la ley en el nombre de la fe, invocaré a la fe en el nombre de mis obras y de la constancia de mis santas resoluciones». Estos son los cuatro ríos que este hombre nuevo ha encontrado en él. […]

Nunca insistiríamos bastante en que no ha sido con la repetición de las palabras de la oración con lo que el hombre nuevo ha llegado a llenarse de estas tranquilas inteligencias que difunden alrededor de ellas la calma y el reposo. Lo ha hecho recogiendo con cuidado todo el fuego de su ser interior que ve que se eleva como una llama pura, viva y ligera que purifica el aire y lo agita suavemente, haciendo que exhale un viento refrescante".  [HN 49]

“Trata, por tanto, de despojarte de todos estos impedimentos que te retienen en las tinieblas, vuelve, con tus trabajos y tus constantes oraciones, a tu sencillez original. Oirás que se pronuncia dentro de ti esta palabra: santo, santo, santo…” [HN 17]

“Levántate, hombre, todos los días antes de amanecer, para acelerar tu obra. Es una vergüenza para ti que tu incienso diario sólo levante su humo después de salir el sol. No es el alba de la luz la que debería invitar a tu oración para que venga a rendir homenaje al Dios de los seres y a pedir sus misericordias, sino que es tu oración la que debería llamar al alba de la luz y hacer que brille en tu obra, para que, acto seguido, pudieses verterla desde lo alto de este oriente celeste sobre las naciones dormidas en su inactividad y sacarlas de sus tinieblas”[HN 8]