domingo, 5 de febrero de 2017

¿Cómo puedo escuchar a Dios?.- Jakob Böhme (1575 - 1624)

Hablamos de la sabiduría mística y oculta de Dios, que Dios ordenó antes que el mundo para nuestra gloria, la cual ningún príncipe de este mundo conoce, pues si la hubieran conocido no habrían crucificado al Señor de la gloria. Pero, como está escrito, ni el ojo ha visto, ni el oído ha escuchado, ni ha entrado en el corazón del hombre concebir las cosas que Dios ha preparado para quienes le aman, sino que Dios nos las ha revelado por medio de su Espíritu. Pues el Espíritu sondea todas las cosas, y hasta las cosas profundas de Dios. Pues, ¿qué hombre conoce las cosas de un hombre salvo el espíritu del hombre que se encuentra en su interior? Igualmente el hombre no conoce las cosas de Dios, sino es el Espíritu de Dios quien las conoce. No hemos recibido el espíritu del mundo, sino el espíritu de Dios, de modo que podamos conocer las cosas de Dios que nos son libremente dadas. Cosas las cuales decimos, no con las palabras que enseña la sabiduría del hombre, sino con las que enseña el Espíritu Santo, comparando las cosas espirituales con lo espiritual. Pero el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios, pues para él son como necedad; ni puede conocerlas, pues son discernidas espiritualmente. Pero aquél que es espiritual juzga o discierne todas las cosas”.

El discípulo dijo a su maestro:- Señor, ¿cómo puedo alcanzar la vida suprasensible, de modo que pueda ver a Dios, y le pueda oír hablar? 

El maestro respondió y dijo:- Hijo mío, cuando puedas arrojarte a AQUELLO en donde no mora criatura alguna, aunque no fuera más que por un instante, entonces escucharás lo que Dios habla. 

Discípulo. -¿Está ello allá donde no hay criatura alguna que habite en las proximidades; o se encuentra lejos? 

Maestro. -Se encuentra en ti. Y si por un momento, hijo mío, pudieras cesar de todo tu pensamiento y voluntad, escucharías las impronunciables palabras de Dios.

Discípulo: -¿Cómo puedo oírle hablar cuando detengo mis pensamientos y mi voluntad? 

Maestro: -Cuando detengas el pensamiento de ti mismo, y la voluntad de ti mismo; “cuando tanto tu intelecto como tu voluntad estén en calma, y pasivos frente a las impresiones de la Palabra y del Espíritu Eternos; y cuando tu alma vuele por encima de lo temporal, de los sentidos externos, y tu imaginación sea aprisionada por la abstracción santa”, entonces la escucha, la visión y el habla eternas se revelarán dentro de ti. Entonces Dios escucha “y ve a través de ti”, pues eres ahora un órgano de su espíritu. Y Dios habla entonces de ti, y susurra a tu espíritu y tu espíritu escucha su voz. Bendito seas por tanto si puedes detener tus pensamientos y tu voluntad, y puedes detener la rueda de tu imaginación y de tus sentidos; pues gracias a esto podrás finalmente llegar a ver la gran salvación de Dios, habiéndote vuelto capaz de toda clase de sensaciones divinas y comunicaciones celestiales. Pues no son sino tu propia escucha y tu propia voluntad quienes obstaculizan, de modo que te impiden ver y oír a Dios. 

Discípulo: -Pero, ¿dónde escucharé y veré a Dios, siendo así que él se halla por encima de la Naturaleza y de la criatura? 

Maestro: -Hijo mío, cuando estás en calma y silencioso, entonces eres como era Dios antes de la Naturaleza y de la criatura; eres aquello que Dios fue. Eres aquello a partir de lo cual Dios hizo tu naturaleza y criatura. Entonces escuchas, y ves con aquello con lo que Dios vio y escuchó en ti antes incluso de que tu propia voluntad o tu propia vista comenzaran. 

Discípulo: - ¿Qué es lo que ahora me obstaculiza o echa para atrás, de modo que no puedo llegar a aquello con lo cual Dios ha de ser visto y escuchado? 

Maestro: -Nada en verdad, salvo tu propia voluntad, tu escucha y tu visión, que son quienes te separan de ello, y quienes te obstaculizan para alcanzar este estado suprasensible. Has descendido y derivado, y te separas, con tu propia voluntad, de la voluntad de Dios, y con tu propia vista de la vista de Dios. En tanto en cuanto que con tu propia vista ves sólo en tu propia voluntad, en la misma medida te hallarás escindido de la voluntad divina. Más aún, esta voluntad tuya detiene tu escucha y te hace sordo a Dios, pues piensas en cosas terrenales, y atiendes a lo que está fuera de ti, llevándote así a un terreno en el que quedas atrapado y cautivo de la Naturaleza. Y habiéndote llevado hasta aquí, te cubre con ello porque lo deseas; te ata con tus propias cadenas, y te mantiene en tu propia prisión oscura que tú mismo te haces, de modo que no puedes salir de ahí: o llegar al estado sobrenatural y suprasensible. 

Discípulo: -Pero dado que estoy en la Naturaleza, y así encadenado con mis propias cadenas y por mi propia voluntad natural, te ruego señor que seas tan amable de decirme cómo puedo llegar a través de la Naturaleza hasta el terreno suprasensible y sobrenatural sin destruir a la Naturaleza. 

Maestro: -Tres cosas se requieren para esto. La primera, que resignes tu voluntad ante la de Dios y te hundas hasta el pozo en su misericordia. La segunda, que odies tu propia voluntad y te prohíbas hacer aquello a lo que te conduce tu propia voluntad. La tercera, que inclines tu alma ante la cruz, sometiéndote a ella de corazón, de modo que puedas resistir las tentaciones de la Naturaleza y de la criatura. Y si esto haces, sabe que Dios hablará en tu interior, y llevará en ti tu propia voluntad hacia el terreno sobrenatural; y entonces, hijo mío, escucharás lo que el Señor habla en ti. 

Discípulo: -Estas son duras palabras, maestro; pues debería renunciar al mundo así como a mi vida si lo hiciese. 

Maestro: -No te desalientes por ello. Si renuncias al mundo, llegas a aquello a partir de lo cual se ha hecho el mundo; y si pierdes tu vida, entonces tu vida se halla en aquello para lo cual renuncias a ella. Tu vida está en Dios, de quien provino para entrar en tu cuerpo; y conforme tu propio poder se desvanezca y se vuelva débil y agonizante, el poder de Dios obrará en ti a través de ti.

Diálogos Místicos, I