miércoles, 8 de febrero de 2017

Descended de vuestra cabeza a vuestro corazón.- Teófano el Recluso (1815-1894).


Velar sobre el corazón con discernimiento


La atención a lo que sucede en el corazón y a lo que llega a él, es la obra esencial de una vida cristiana bien ordenada. Gracias a esta atención se establece una relación normal entre el mundo interior y el mundo exterior. Pero es necesario, siempre, que esta atención esté acompañada de discernimiento, para que sea posible comprender qué pasa en nuestro interior y qué es lo que las circunstancias exteriores requieren. La atención sin el discernimiento no sirve para nada.

Velad sobre la imaginación


En el orden natural, cuando se busca adquirir el control de las fuerzas espirituales, el camino que va desde el exterior hacia el interior está bloqueado por la imaginación. Para alcanzar nuestro objetivo interior, debemos sobrepasar la imaginación. Si no ponemos cuidado en esto, nos arriesgamos a atascarnos en la imaginación y permanecer allí, teniendo la impresión de haber entrado en nosotros mismos mientras que, en realidad, estaremos siempre afuera, es decir en el pórtico de los Gentiles. En sí mismo, esto no sería demasiado grave si no fuera porque ese estado se encuentra casi siempre acompañado por la ilusión.

Es inútil repetir que todo el fin de aquellos que tienen celo en la vida espiritual es entrar en relación verdadera con Dios; ahora bien, esta relación se realiza y se manifiesta por la oración. Es por la oración que nos elevamos a Dios, y las etapas de la oración son las etapas por las cuales pasa nuestro espíritu en su búsqueda de Dios. La regla más simple es no formarse ninguna imagen cuando se quiere orar, recoger el intelecto en el corazón, y permanecer ante Dios con la convicción de que está allí, muy cerca; que nos ve y nos escucha, y esta convicción nos arrojará a tierra ante aquél que es terrible en su majestad y al mismo tiempo tan cercano en su amor. Las imágenes, por sagradas que puedan ser, retienen la atención afuera, siendo que, en el momento de la oración, ella debe estar en el corazón. La concentración de la atención en el corazón, he aquí el punto de partida de toda verdadera oración. Y puesto que la oración es el camino de acceso a Dios, si nuestra atención se desvía y sale del corazón, ello significa que ya no estamos en el buen camino y que hemos dejado de subir hacia Dios.

Descended de vuestra cabeza a vuestro corazón


Debéis descender de vuestra cabeza a vuestro corazón. Por el momento, vuestros pensamientos están en vuestra cabeza; Dios parece estar fuera de vosotros; también vuestra oración y todos vuestros ejercicios espirituales permanecen siendo exteriores. En tanto que estéis en vuestra cabeza, no podréis dominar vuestros pensamientos, que continuarán bullendo como la nieve bajo el viento del invierno o como los mosquitos durante los calores del verano. En el estadio en que estáis, la soledad y la lectura son dos poderosas ayudas.

Un mercado bien surtido


Cuando oráis con sentimiento, ¿dónde se encuentra vuestra atención, sino en el corazón? Obtened el sentimiento y adquiriréis también la atención. La cabeza es un mercado de pulgas llenado por la multitud. No se puede orar a Dios en ese lugar. Si en ciertos momentos la oración va bien y se prosigue como por propio impulso, es un buen signo, ello quiere decir que comienza a injertarse en el corazón. Tened cuidado de no dejar que vuestro corazón se ate y esforzaos por mantener a Dios en la memoria, por verlo ante vosotros y trabajar en su presencia.

En el corazón se encuentra la vida, y es allí donde es necesario vivir


Recuerdo que me habéis escrito que sufríais cuando tratabais de mantener vuestra atención. Eso es lo que sucede cuando sólo se trabaja con la cabeza; pero si descendéis en el corazón, no tendréis ninguna dificultad. Vuestra cabeza se vaciará y vuestros pensamientos callarán. Ellos están siempre en la cabeza, se persiguen los unos a los otros y no se llega a controlarlos. Pero si entráis en vuestro corazón, y sois capaces de permanecer allí, entonces cada vez que los pensamientos os invadan, no tendréis más que descender a vuestro corazón y los pensamientos huirán. Os encontraréis en un abra reconfortante y segura. No seáis perezosos, descended. Es en el corazón donde se encuentra la vida, es allí donde debéis vivir. No imaginéis que se trata de algo que se refiere sólo a los perfectos. No, ello concierne a todos aquellos que han comenzado a buscar al Señor.

Todo el misterio secreto de la vida espiritual


¿Cómo se debe interpretar la expresión “concentrar el intelecto en el corazón?” El intelecto está allí donde se encuentra la atención.

Concentrar el intelecto en el corazón quiere decir establecer la atención en el corazón y ver mentalmente ante sí al Dios invisible y siempre presente. Esto significa volverse hacia él en la alabanza, la acción de gracias y la súplica mientras se vela para que nada exterior penetre en el corazón. Ese es todo el secreto de la vida espiritual.

El principal esfuerzo ascético consiste en separar el corazón de todo movimiento pasional y al intelecto de todo pensamiento apasionado. Debéis mirar en vuestro corazón y arrojar de allí todo lo malo. Haced todo lo que está proscrito y entonces seréis casi una monja y tal vez, lo seréis totalmente. Se puede ser monja sin vivir en un convento, mientras que, viviendo en un convento, una monja puede ser mundana.

Permanecer en presencia del Señor invisible


Velar sobre el corazón, mantenerse con el intelecto en el corazón, descender de la cabeza al corazón, todo esto es lo mismo. El núcleo de ese trabajo es reunir la atención y permanecer en presencia del Señor invisible, no en la cabeza sino en el pecho, cerca del corazón y en el corazón. Cuando llegue el calor divino, todo esto estará claro para vosotros.

Reuníos en vosotros mismos


Reuníos en vosotros mismos y tratad de no abandonar el corazón, pues el Señor se encuentra allí. Intentad arribar a ello, trabajad en ello. Cuando hayáis alcanzado ese estado, comprenderéis cuan precioso es.


El arte de la oración