miércoles, 15 de marzo de 2017

Algunos obstáculos a tratar en el camino espiritual.- Willigis Jäger


Es de suma importancia el trato correcto de los senti­mientos y de los traumas. Muchas personas sufren heridas que arrancan desde la infancia o de la vida en pareja, y no todas son conscientes de ello. Pero, una vez que se sientan en el cojín, los traumas afloran obstinadamente a la super­ficie: miedos y emociones que parecían superados hace tiempo aparecen de repente con una fuerza tremenda. Puede que se activen fenómenos físicos y determinados talentos parapsíquicos, tales como las visiones, la precog­nición y la telepatía. En el peor de los casos puede ocurrir, como dije antes, que se deba dar por terminado el camino espiritual o interrumpirlo. Pero para la mayoría será sufi­ciente con aprender a tratar esos problemas y a reducir su intensidad lentamente, sin rechazarlos.

Siempre que estos fenómenos no requieran un trata­miento terapéutico, la regla básica es no rechazarlos, pero tampoco ocuparse de ellos todo el rato; simplemente tomar nota y volver al ejercicio de oración. Habrá dificul­tades si uno se identifica con ellos, si uno se instala en su resentimiento, su rabia o su depresión, pues entonces ya no será tan fácil desembarazarse de ellos. Por consiguien­te, la manera correcta del ejercicio consiste en coger, por así decir, las emociones y miedos de la mano y mirarlos sin decirles ni sí ni no, para crear una distancia con ellos. Si esto se logra, los problemas que han tenido prisioneras a las personas durante decenios se van resolviendo con el tiempo por sí solos. Por supuesto, estas son tan sólo unas cuantas indicaciones de carácter general.

En lo que respecta a los sentimientos positivos o posibles estados de euforia o felicidad, estas sensaciones se convierten a menudo en un obstáculo mayor que las sen­saciones desalentadoras, porque la tentación de identifi­carse con los sentimientos agradables y quedarse apega­dos a ellos es mucho mayor que con los desagradables. Uno cree haber llegado ya muy lejos y está, por lo tanto, menos dispuesto al desprendimiento. Por ello, el autor de “La nube del no saber” aconseja ocultar ante Dios, duran­te el ejercicio, el anhelo de Dios. Algunos participantes encuentran muchas dificultades al tener que desprenderse también de las ideas religiosas, puesto que en nuestra edu­cación religiosa hemos aprendido a orar cultivando pen­samientos y sentimientos piadosos. En la contemplación, sin embargo, estos pensamientos y sentimientos deben ser tratados igual que los pensamientos y sentimientos profanos.

En lo que respecta a la voluntad, juntamente con nuestro intelecto, memo­ria y sentimientos, constituye nuestra estructura del yo. Pero es precisamente esa estructura del yo la que el discí­pulo tiene que relegar en el camino espiritual para poder desprenderse de ella. El yo acota un trozo de la realidad para ocuparse solamente de ella. El ego se parece a una sola octava del piano. Mientras se sigan pulsando las teclas de esta única octava no se podrán escuchar las notas de las demás octavas. Lo malo de la voluntad reside en su inten­to de convertir las exigencias del camino en asunto suyo: entonces se propondrá expresamente desembarazarse del yo, lo cual es una paradoja perversa pues la voluntad no puede desembarazarse de sí misma. Mientras se quiera avanzar en el camino espiritual no se adelantará nada. Solamente adelantará el que se desprenda de la voluntad, y no el que quiera no querer.

La ola es el mar