sábado, 22 de octubre de 2016

Del abandono y de la posesión de Dios.- Maestro Eckhart (1.260 - 1.328)


"Aquél que es tal como debe ser, en verdad se encuentra bien en todas partes y con todas las demás personas. Pero aquél que no es tal como debe ser no se encuentra bien en ninguna parte ni entre los otros. Mas aquél que es tal como debe ser tiene a Dios, en verdad, junto a sí; y aquél que posee a Dios, en verdad, lo posee en todo lugar, en la calle y en la compañía de quien quiera que fuese del mismo modo que en la iglesia, en la soledad o en su celda. Si lo posee verdaderamente, y sólo a él, nada puede estorbarlo.

[…] Porque en la medida en que estás en Dios, estás en paz. En la medida en que estás lejos de Dios, no estás en paz. Tanto en Dios, tanto en paz. Hasta qué punto estás en Dios o no lo estás, reconócelo por el hecho de tener paz o no tenerla. Si no tienes paz, ello significa, necesariamente, que no estás en Dios, porque la ausencia de paz viene de la criatura, no de Dios. Del mismo modo, no hay en Dios nada que temer: todo lo que está en Dios no puede más que ser amado. Del mismo modo no hay nada de él que pueda producir tristeza.

[…] Y del mismo modo que ninguna multiplicidad puede distraer a Dios, así nada puede distraer ni dispersar a este hombre, y él es uno en el Uno en quien toda multiplicidad es una no-multiplicidad.

[…] Pero aquél en que Dios no habita verdaderamente, que debe buscar a Dios en lo exterior, en esto y en aquello, que busca a Dios en la diversidad, en las obras o en las personas o en los lugares, no posee a Dios.

[…] Esta verdadera posesión de Dios se sitúa en el espíritu, en la intención interior y espiritual dirigida hacia Dios, no en un pensamiento continuo y siempre semejante porque esto le sería imposible o muy difícil a la naturaleza y no sería tampoco lo mejor. El hombre no debe contentarse con un Dios que él piensa, porque cuando el pensamiento se desvanece, Dios se desvanece también. Bien por el contrario, se debe poseer a un Dios en su esencia, muy por encima de los pensamientos del hombre y de toda criatura. Este Dios no se desvanece, a menos que el hombre se aparte voluntariamente de él. 

Quien posee así a Dios en su esencia capta a Dios según el modo de Dios. Para él Dios resplandece en todas las cosas. Todas las cosas tienen para él el gusto de Dios. Él ve su imagen en todas las cosas. En él brilla Dios en todo tiempo. En él se realiza una separación y un abandono de todo y la imagen de su Dios, bienamado y presente, se imprime en él. […] Este hombre no busca el reposo, porque ninguna inquietud lo agita".

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