lunes, 12 de septiembre de 2016

De la utilidad del abandono que se debe lograr interior y exteriormente.- Maestro Eckhart (1.260 - 1.328)


"La gente no debiera pensar tanto en lo que hace, debiera pensar en lo que es. Si las personas fueran buenas y lo fuera también su manera de ser, sus obras podrían brillar con esplendor. Si tú eres justo, tus obras también son justas. No pienses que la santidad se funda en los actos, debe fundarse la santidad en el ser, porque no son las obras las que santifican, somos nosotros quienes debemos santificar las obras. Por santas que sean las obras, no nos santifican absolutamente nada en tanto que obras, mas en la medida en que son santos nuestro ser y nuestra naturaleza, en esa medida santificamos nosotros todas nuestras obras, se trate de comer, dormir, velar, o cualquier otra cosa. En quienes no son de naturaleza elevada, sean cuales fueren las obras que realizan, éstas nada valen. Repara por esto en el celo que es preciso poner en ser bueno, no tanto por lo que se hace o por la naturaleza de las obras, sino, al contrario, por el fundamento de las obras".

[...] La razón que hace que la naturaleza y el fondo del hombre sean buenos en muy grande medida y que torna buenas las obras del hombre, es que el espíritu del hombre esté totalmente vuelto hacia Dios.

[…] Al que se ha ligado a Dios, se ligan Dios y todas las virtudes. Y lo que antes buscabas te busca ahora; lo que antes perseguías te persigue ahora, y aquello de lo que antes querías huir, huye ahora de ti. He aquí por qué, a aquel que está unido en gran medida a Dios, se le unen todas las cosas divinas, y huye de él todo lo que está lejos de Dios y es extraño a Dios”.
Instrucciones espirituales


¿Dónde procuráis la vida? Pensáis encontrarla en vuestras artes y en los trabajos de vuestras manos. Todos esos objetos la esperan de vosotros; ¿cómo podéis esperarla vosotros de ellos?

Si tenéis ahora vida en vosotros, ¿por qué tendríais necesidad de todos estos artificios para conseguirla? 

[...]

El Padre santificó al Hijo, el Hijo santificó al Espíritu, el Espíritu santificó al hombre. El hombre debe santificar todo su ser, su ser debe santificar a los agentes del universo.

Los agentes del universo debían santificar toda la naturaleza y la santificación debía extenderse hasta la iniquidad”.

Louis-Claude de Saint-Martin, El Hombre de Deseo, 224


viernes, 9 de septiembre de 2016

La luz que brilla en la estancia del corazón, lugar del “Perfecto silencio”.- Jean-Marc Vivenza


“En el interior del corazón, cuando este se libera poco a poco de las tinieblas, aparece entonces una luz secreta, la luz que el mundo no ve, pues, como dice San Juan: “el que está en vosotros es más grande que el que está en el mundo” (1ª Juan 4:4).

La luz que brilla en esta estancia del corazón, el “Santo Palacio”, el lugar del “Perfecto silencio”, confiere a este “centro” espiritual una importancia extrema, haciendo de este tabernáculo interior, que se encuentra al Oriente del hombre, allá donde está su corazón, donde la luz tiene su morada, la verdadera y auténtica Tierra Santa secreta, el Santuario Interior que es el crisol de nuestra reintegración por venir, cuando hayamos abandonado las cosas terrestres, en el seno de nuestra verdadera naturaleza, estado primero y original al que retornaremos cuando, naciendo a la “gran luz”, se desgarre el velo de la materia como se desgarró desde lo alto hasta lo bajo el velo del Templo de Jerusalén”.
“La Clave de Oro” y otros escritos masónicos.  

“Y he aquí esta brillante luz que el hombre puede hacer estallar dentro de sí mismo, porque es la palabra de todos los enigmas, la llave de todas las religiones, y la explicación de todos los misterios. Pero, ¡oh hombre!, cuando llegues a este feliz término, si eres sabio, guardarás tu ciencia en tu corazón”.
Louis-Claude de Saint-Martin, Cuadro Natural, XX.