1. Hijo mío, es necesario
que lo des todo por el Todo, y no ser nada de ti mismo.
2. Has de saber que el amor propio
te es más perjudicial que cualquier otra cosa del mundo. Según
sea el amor y afición que tengas a las cosas circundantes, estarás más
o menos adherido a ellas.
3. Si tu amor fuere puro,
simple y bien ordenado, no serás esclavo de cosa alguna. No
ambiciones lo que no te es lícito poseer. No codicies lo que puede poner trabas
a tu alma y arrebatarte la libertad interior.
4. Es realmente extraño, por lo absurdo, que no te
abandones libremente a Mí con todo tu corazón y con todo lo que puedas tener y
desear.
5. ¿Por qué te consumes en vana tristeza? ¿Por qué
te fatigas con cuitas superfluas? Obra en todo
de acuerdo con mi querer, y no tendrás que lamentar ninguna pérdida.
6. Si tienes preferencias en
todo, y si, en atención a tus conveniencias y por seguir tu propia voluntad,
quieres estar en una u otra parte, nunca tendrás momento de reposo, ni estarás
libre de inquietudes.
7. Porque en todas las cosas indistintamente se ocultan
deficiencias, y en todas partes y dondequiera que vayas habrá siempre quien se
oponga a tus deseos.
8. Por eso la quietud y sosiego del alma consisten, no
en la satisfacción exterior de uno o más deseos, sino más bien en despreciar y cortar de raíz
esos mismos deseos [mundanos] del corazón.
9. Y no debes entender por esos apetitos solamente
el ansia de dinero y la avidez en amontonar riquezas,
sino también la sed insaciable de honores, de aplausos y lisonjas, cosas todas
que se esfuman con la existencia [Sic transit gloria mundi].
10. Mal podrá defenderte el medio ambiente y la
condición del lugar, si no te anima el fervor de espíritu. No durará
mucho tiempo la paz buscada por defuera, si falta el verdadero fundamento y la
virtud del corazón.
11. Es decir, que si no
descansas en Mí, puedes cambiar de lugar, pero no puedes mejorarte a ti. Porque nada
más que se te ofrezca una oportunidad, la aprovecharás sin
duda; y entonces hallarás aquello mismo de que huías, y aún mucho más.
Oración para
implorar la pureza de corazón y la sabiduría celestial
12. Confírmame, Dios mío, en la
gracia del Espíritu Santo. Dame fuerza para afianzar en mí el hombre interior y vaciar mi
corazón de toda inútil solicitud y congoja.
13. Que no me Sienta atraído por
los vanos deseos de cualquier cosa de este mundo, sea despreciable o preciosa, antes las
considere todas como transitorias, y a mí mismo como quien ha
de pasar también juntamente con ellas.
14. Porque no hay
nada estable bajo el sol, en donde todo es vanidad y aflicción de espíritu. ¡Oh, qué sabio
es el que sabe justipreciar así las cosas!
15. Dame, Señor,
la celeste sabiduría, para que aprenda a ir
siempre en tu busca, anteponiéndote a todas
las cosas, a gustarte y amarte sobre todas, y a conocerlas, no sólo como
son en sí mismas, sino según la estima que de ellas haces en tu infinita
sabiduría.
16. Concédeme, Señor, que con prudencia sepa
declinar las palabras de quien me acaricia con lisonjas y sepa sufrir al
adversario que me acosa.
17. Porque es gran sabiduría no moverse complacido al
soplo de cualquier viento de palabras,
ni prestar oídos al canto engañoso de la sirena tentadora; sólo así se anda
seguro por el camino emprendido.
Imitación de Cristo
Libro Tercero, Cap. 27