sábado, 11 de febrero de 2017

La virtud, el poder, la altura y la grandeza del amor.- Jakob Böhme (1575 - 1624)


Discípulo: -Dime, te lo ruego, cuál es la virtud, el poder, la altura y la grandeza del amor.

Maestro: -La virtud del amor es NADA y es TODO, esa nada visible de la cual provienen todas las cosas; su poder se extiende a través de todas las cosas; su altura es tan elevada como Dios; su grandeza es tan grande como Dios. Su virtud es el principio de todos los principios; su poder soporta los cielos y sostiene la tierra; su altura es más elevada que los más elevados cielos; y su grandeza es mayor aún que la manifestación misma de la Divinidad en la luz gloriosa de la esencia divina, siendo infinitamente capaz de manifestaciones cada vez más grandes en toda la eternidad. ¿Qué más grande que lo más grande? Sí, en cierto sentido es más grande que Dios; mientras que en el más elevado sentido Dios es AMOR, y el amor es Dios. Siendo al amor el más elevado principio, es la virtud de todas las virtudes, de la cual todas surgen. Siendo el amor la más grande majestad, es el poder de todos los poderes, a partir del cual operan [las virtudes]. Y es la más santa magia, o el poder fantasmal a partir del cual se han obrado todas las maravillas de Dios por medio de sus sirvientes electos, en todas sus generaciones sucesivamente. Quienquiera que lo encuentra, halla nada y todas las cosas.

Discípulo. -Querido maestro, te ruego me digas cómo puedo entender esto.

Maestro: -En primer lugar, pues, cuando digo “su virtud es nada”, esa nada que es el comienzo de todas las cosas, debes entenderlo así: cuando te has alejado por entero de la criatura, y de lo que es visible, y has devenido nada para todo lo que es Naturaleza y criatura, te hayas entonces en ese Uno Eterno, que es Dios mismo; entonces percibirás y sentirás en tu interior la más elevada virtud del amor. Pero cuando digo: “su poder se extiende a través de todas las cosas”, esto es lo que percibes y encuentras en tu propia alma y en tu propio cuerpo experimentalmente, cuando quiera que este gran amor se enciende dentro de ti, y quemará más de lo que pueda hacerlo el fuego, como lo hizo con los profetas de antaño, y posteriormente con los apóstoles, cuando Dios conversó con ellos corporalmente, y cuando su Espíritu descendió sobre ellos en el oratorio de Sión. Entonces verás también en todas las obras de Dios cómo el amor se ha vertido sobre todas las cosas, penetrando en todas las cosas, siendo el fundamento más externo y más interno de todas las cosas: interiormente, en la virtud y poder de toda cosa; exteriormente en su figura y forma.

Y cuando digo: “Su altura es tan elevada como Dios”, puedes comprender esto en ti mismo, pues te lleva a ser tan elevado como Dios mismo lo es, al unirte a Dios; como puede verse en nuestra humanidad por medio de nuestro amado Señor Jesucristo, Humanidad a la cual el amor ha subido al más elevado trono, por encima de todas las principalidades y de todos los poderes angélicos, y al poder mismo de la Deidad.

Pero cuando digo también: “Su grandeza es tan grande como Dios”, tienes que entender por esto que hay una cierta grandeza y lasitud del corazón en el amor que es inexpresable; pues ensancha el alma tanto como la creación entera de Dios. Y esto será verdaderamente experimentado por ti, más allá de todas las palabras, cuando el trono del amor se establezca en tu corazón.

Más aún, cuando digo: “Su virtud es el principio de todos los principios”, aquí se te da a entender que el amor es la causa principalmente de todos los seres creados, tanto espirituales como corporales, en virtud de la cual las causas segundas se mueven y actúan ocasionalmente de acuerdo a ciertas leyes eternas que están, desde el comienzo, implantadas en la constitución misma de las cosas así originadas. Esta virtud que está en el amor, es la vida y la energía misma de todos los principios de la naturaleza, superiores e inferiores. Se extiende a todos los mundos, y a toda suerte de seres en ellos contenidos, siendo ellos los obreros del amor divino, y es el primer motor, y lo primero que se mueve, tanto arriba en los cielos como abajo en la tierra, así como en el agua que está bajo la tierra. Y de aquí que se le dé el nombre de Alef Lúcido, o Alfa, con el cual se expresa el comienzo del alfabeto de la Naturaleza, y del libro de la creación y de la providencia, o libro arquetípico divino, en el cual se halla la luz de la sabiduría, y la fuente de todas las luces y de todas las formas.

Y cuando digo: “Su poder soporta los cielos”, tendrás con esto que entender que así como los cielos, tanto visibles como invisibles, son originados a partir de este gran principio, del mismo modo son necesariamente sustentados por él; y que por lo tanto, si éste alguna vez se retirase, aunque fuese un poco tan solo, todas las luces, glorias, bellezas y poemas de los mundos celestiales se sumirían al punto en las tinieblas y en los caos.

Y si posteriormente digo que “sostiene la tierra”, esto te resultará no menos evidente que lo anterior, y lo percibes en ti mismo por la experiencia diaria y a cada hora; por cuanto que la tierra sin él, incluso también tu propia tierra (es decir, tu cuerpo) carecería ciertamente de forma y estaría vacía. Por su poder ha sido sostenida hasta aquí la tierra, pese a un poder extraño usurpador introducido por la estupidez del pecado. Y si alguna vez fallase o cediese, ya no podría haber sobre ella vegetación o animación; sí, sus pilares mismos serían arrojados, y la banda de unión, que es la de la atracción o el magnetismo, a la que se llama poder centrípeto, se vería rota y disuelta, yendo a parar todo al más extremo desorden, para caer en pedazos e irse a dispersar como polvo suelto ante el viento.

Pero cuando digo también: “Su altura es más elevada que los más elevados cielos”, esto también puedes entenderlo dentro de ti mismo. Pues aunque asciendas en espíritu a través de todas las órdenes de los ángeles y a través de todos los poderes celestiales, sin embargo, el poder del amor sería indiscutiblemente superior a todos ellos. Y así como el trono de Dios, que se asienta sobre el cielo de los cielos, es más alto que el más alto de ellos, también el amor ha de ser así, pues los llena a todos y los comprende a todos.

Y si digo de la grandeza del amor que es “más grande que la manifestación misma de la Divinidad en la cruz de la esencia divina”, esto también es cierto. Pues el amor entra incluso en aquello en lo cual la Divinidad no se manifiesta con esta gloriosa luz, y en lo cual se puede decir que no reside Dios. Y entrando en ello, el amor empieza a manifestar al alma la luz de la Divinidad; y así las tinieblas son hendidas y las maravillas de la nueva creación sucesivamente manifestadas.

Así serás llevado a comprender real y fundamentalmente cuál es la virtud y el poder del amor, y cuáles son su altura y su grandeza; cómo es que en verdad sea la “virtud de todas las cosas”, y una poderosa energía vital que pasa a través de todas las virtudes y poderes, naturales y sobrenaturales; y el poder de todos los poderes, no siendo nada capaz de obstruir la Omnipotencia del amor, o resistirse a su invencible poder penetrativo, que pasa a través de toda la creación de Dios, inspeccionando y gobernando todas las cosas.

Y cuando digo: “Es más elevado que lo más elevado, y más grande que lo más grande”, puedes con esto percibir, como en un destello, la altura y la grandeza supremas del omnipotente amor, que trasciende infinitamente todo aquello que los sentidos y la razón humanos pueden alcanzar. Los más elevados arcángeles y los más grandes poderes del cielo, son en comparación suya apenas enanos. Nada puede ser concebido más elevado y más grande en Dios mismo, por la más elevada y más grande y misma de sus criaturas. Hay tal infinitud en él, que comprende y sobrepasa todos los atributos divinos.

Pero si se dijo también que “Su grandeza es más grande que Dios”, eso igualmente es muy cierto en el sentido en que se dijo; pues el amor, como observé anteriormente, puede entrar en aquellos sitios donde Dios no reside, puesto que el Altísimo no reside en las tinieblas, sino en la luz, estando las tinieblas infernales bajo sus pies. Así por ejemplo, cuando nuestro amado Señor Jesucristo estuvo en el infierno, el infierno no era la mansión de Dios o de Cristo; el infierno no era Dios, ni estaba con Dios, ni podría estar con él en absoluto; el infierno se hallaba en las tinieblas y en la ansiedad de la naturaleza, y ninguna luz de la majestad divina entraba en él; no estaba Dios ahí, pues él no está en las tinieblas, o en la angustia; pero al amor sí estaba ahí; y el amor destruyó a la muerte y conquistó el infierno. Asimismo, cuando estás angustiado o problematizado, lo que constituye el infierno interior, Dios no es la angustia o el problema; ni está en la angustia o el problema; pero su amor está ahí, y te saca de la angustia y del problema para llevarte hacia Dios, conduciéndote hacia la luz y el gozo de su presencia. Cuando Dios se oculta en ti, el amor todavía está ahí, y te lo manifiesta en ti. Tal es la inconcebible grandeza y amplitud del amor; que se te aparecerá aquí tan grande como Dios por encima de la Naturaleza, y más grande que Dios en la Naturaleza, o considerado en su gloria manifestativa.

Finalmente, si también dije: “Quienquiera que lo encuentra, encuentra nada y todas las cosas”, eso también es cierto y verdadero.

Pero, ¿cómo es que encuentra nada? Te explicaré cómo. Aquél que lo encuentra, halla un abismo sobrenatural y suprasensible, carente de fundamento sobre el que apoyarse, y no hay lugar en el que habitar. Encuentra también que no hay nada que se le pueda parecer, de modo que puede adecuadamente compararse a nada; pues es más profundo que cualquier cosa, y como nada con respecto a todas las cosas, en tanto en cuanto que no es comprensible por ninguna de ellas. Y puesto que relativamente es nada, está por tanto libre de todas las cosas; y es ese bien único que un hombre no puede expresar o pronunciar qué es, no habiendo nada con lo que pueda compararse para poderlo expresar.

Pero cuando finalmente dije: “Quienquiera que lo encuentra, encuentra todas las cosas”, nada puede ser más verdadero que esta afirmación. Ha sido el comienzo de todas las cosas, y comprenderá entonces todas las cosas dentro de su círculo. Todas las cosas provienen de él, y están en él, y existen por él. Si lo encuentras, llegas al fundamento del cual provienen todas las cosas, y en el cual subsisten; y eres en él REY sobre todas las obras de Dios. 
Diálogos Místicos, I