miércoles, 28 de diciembre de 2016

Cómo han de conducirse los principiantes en la contemplación con respecto a sus pensamientos e inclinaciones al pecado.- La Nube del No-Saber, Anónimo del siglo XIV.


Cuando creas que has hecho lo que has podido para enmendar tu vida de acuerdo con las leyes de la Iglesia, entrégate apasionadamente a la actividad contemplativa. Y si el recuerdo de tus pecados pasados o la tentación de cometer otros nuevos rondara tu mente, formando un obstáculo entre ti y tu Dios, aplástalos con tus pies y pasa con decisión por encima de ellos. Intenta sepultar el pensamiento de estas obras bajo la espesa nube del olvido como si tú o cualquier otro nunca las hubiera realizado. En una palabra: tan pronto como surjan estos pensamientos, habrás de rechazarlos. Si llegares a sentirte duramente fatigado probablemente comenzarás a investigar las técnicas, los métodos y las secretas sutilezas de las ciencias ocultas para que te ayuden a controlarlos. Pero, créeme, las técnicas para controlar tus pensamientos se aprenden mejor de Dios a través de la experiencia que de cualquier hombre en esta vida.

De dos recursos espirituales que pueden aprovechar a los principiantes en la contemplación.


Te hablaré también un poco sobre dos técnicas para dominar las distracciones. Pruébalas y mejóralas si puedes.

Cuando te sientas molestado por pensamientos impertinentes, trata de no enterarte de su presencia ni de cómo se han colado entre ti y tu Dios. Mira más allá de ellos -por encima de sus hombros, como si dijéramos- como si estuvieras contemplando algo distinto, como así es en verdad. Pues más allá de ellos está oculto Dios en la oscura nube del no-saber. Haz esto y estate seguro de que pronto te sentirás aliviado de la angustia que te producen. Te puedo garantizar la ortodoxia de esta técnica, porque en realidad significa un anhelo hacia Dios, un ansia de verlo y gustarlo en cuanto es posible en esta vida. Y un deseo como este ya es amor, que siempre trae paz.

Existe otra estrategia que deberías intentar también. Cuando te sientas totalmente exhausto de luchar contra tus pensamientos, dite a ti mismo: «Es inútil luchar más con ellos», y después ríndete a sus pies como un cobarde o cautivo. Pues, al hacer esto, te encomiendas a Dios en medio de tus enemigos y admites la radical impotencia de tu naturaleza. Te aconsejo que recuerdes esta estratagema particular, pues al emplearla te haces completamente dócil en las manos de Dios. Y ciertamente, cuando esta actitud es auténtica, equivale a un autoconocimiento, ya que te ves a ti mismo como realmente eres, una miserable y corrompida criatura, menos que nada sin Dios. Es, en realidad, una humildad experiencial. Cuando Dios te ve apoyado sólo en esta verdad, no puede menos que apresurarse a ayudarte desquitándose en tus enemigos. Luego como padre que corre a rescatar a su hijo pequeño de las mandíbulas del jabalí o de los osos salvajes, te cogerá y te estrechará en sus brazos, enjugando tiernamente tus lágrimas espirituales.

Que la persona se purifica de sus pecados particulares y de sus consecuencias por medio de la contemplación; sin embargo, nunca llega a la seguridad perfecta en esta vida.


No entraré ahora directamente en otras técnicas. Si dominas estas, creo que estarás más capacitado para enseñarme a mí que yo a ti. Pues, a pesar de que todo lo que te he dicho es cierto, estoy muy lejos de ser un experto en ellas. Por eso espero sinceramente que me puedas ayudar progresando tú mismo en ellas.

Te animo a que te mantengas durante algún tiempo en esta tarea y si no puedes dominar inmediatamente estas técnicas, aguanta pacientemente el sufrimiento de las distracciones. Pero tu sufrimiento pasará y Dios comenzará a enseñarte sus propios métodos por medio de su gracia y a través de la experiencia. Entonces sabré que has sido purificado del pecado y de sus efectos; de los efectos de tus propios pecados personales, es decir, no de los del pecado original. Pues las secuelas del pecado original te asediarán hasta la tumba, a pesar de tus esfuerzos. No te molestarán tanto, sin embargo, como los efectos de tus pecados personales. Has de comprender, no obstante, que en esta vida no podrás vivir sin gran angustia. Por lo que respecta al pecado original, cada día te traerá alguna nueva tentación al mal que habrás de derribar y cercenar con la vehemente espada de doble filo del discernimiento. La experiencia te enseñará que en esta vida no hay absoluta seguridad ni paz duradera.

Pero no cedas nunca ni te pongas demasiado nervioso por la posible caída. Pues si tienes la gracia de dominar los efectos de tus pecados personales con la ayuda de los recursos que he descrito (o si puedes con otras formas mejores), confía en que los efectos del pecado original y demás tentaciones que puedan derivarse de ellos apenas habrán de impedir tu crecimiento.

Cap. 31, 32 y 33