Consideremos, pues, la virtud de la humildad
de forma que puedas entender por qué es perfecta cuando Dios solo es su fuente
y por qué es imperfecta cuando surge de otra fuente aun cuando Dios pudiera ser
la principal. Trataré de explicar primero lo que es la humildad en sí misma y
después será más fácil captar la diferencia.
Un hombre es humilde
cuando permanece en la verdad con un conocimiento y apreciación de sí mismo tal
cual es. Y de hecho, cualquiera que se vea y experimente tal como real y
verdaderamente es, no tendrá dificultad alguna en ser humilde, pues dos cosas
le aparecerán muy claras. En primer lugar, verá claramente la degradación,
miseria y flaqueza de la condición humana, fruto del pecado original. De estos
efectos del pecado original el hombre nunca se verá totalmente libre en esta
vida, por santo que llegue a ser. En segundo lugar, tendrá que reconocer la
bondad trascendente de Dios tal como es en sí mismo y en su rebosante y
superabundante amor hacia el hombre. Ante tan gran bondad y amor la naturaleza
tiembla, los sabios tartamudean como locos, y los ángeles y santos quedan
cegados por su gloria. Tan abrumadora es la revelación de la naturaleza de Dios, que si su poder no los
sostuviera, no me atrevo a pensar qué sucedería.
La humildad engendrada por este conocimiento
experimental de la bondad y del amor de Dios la llamo perfecta, porque es una
actitud que el hombre mantendrá incluso en la eternidad. Pero la humildad que
surge de una comprensión realista de la condición humana la considero
imperfecta, porque no sólo desaparecerá en la muerte juntamente con su causa,
sino que en esta misma vida no siempre será operativa. Pues a veces las
personas muy avanzadas en la vida contemplativa pueden recibir de Dios tal
gracia que de repente se sientan totalmente fuera de sí mismas y sin pensar o
preocuparse por sí son santas o pecadoras. Los contemplativos ya adelantados
pueden experimentar esto con mayor o menor frecuencia, según la sabiduría de
Dios, pero en cualquier caso, a mi juicio, es un fenómeno pasajero. Durante
este tiempo, sin embargo, aunque pueden perder todo interés o preocupación por
sus pecados o virtudes, no pierden el sentido del inmenso amor y bondad de Dios
y por tanto, tienen humildad perfecta. Por otra parte, si el primer motivo es
operativo, aunque sea de modo secundario, sólo tienen humildad imperfecta. No
estoy sugiriendo, sin embargo, que se dé de lado el primer motivo. No quiera
Dios que me entiendas mal, pues estoy convencido de que las dos cosas son
provechosas y necesarias en esta vida.
Que en esta vida la humildad imperfecta ha de preceder a la perfecta.
Si hablo de la humildad
imperfecta no lo hago porque dé poca importancia al verdadero autoconocimiento.
Aunque se juntaran todos los ángeles y santos del cielo con todos los miembros
de la Iglesia en la tierra, situados en todos los grados de la santidad
cristiana, y rogaran por mi crecimiento en la humildad, estoy cierto que no me
aprovecharía tanto ni me llevaría tan rápido a la perfección de esta virtud,
como un poco de autoconocimiento. Ciertamente, es imposible llegar a la
perfecta humildad sin él.
Por tanto, no huyas del sudor y de la fatiga
que supone el conseguir un verdadero autoconocimiento, pues estoy seguro de que
cuando lo hayas adquirido llegarás muy pronto al conocimiento experiencial de
la bondad y del amor de Dios. No un conocimiento completo, naturalmente, pues
eso no es posible al hombre; ni siquiera tan completo al que poseerás en la
alegría de la eternidad, pero sí un conocimiento tan completo como es posible
al hombre en esta vida.
Mi propósito al explicar los dos tipos de
humildad no es ponerte en seguimiento de la perfecta con desprecio de la
imperfecta. No, y confío en que nunca harás esto. Mi intención es simplemente
ayudarte a apreciar la excelsa dignidad de la obra contemplativa del amor, en
comparación con cualquier otra posible con la ayuda de la gracia. Pues el amor
secreto de un corazón puro que presiona sobre esa nube oscura del no-saber que
está entre ti y tu Dios de una manera oculta, pero cierta, incluye en sí mismo
la perfecta humildad sin ayuda de ideas concretas o claras. Quería además que
apreciaras la excelencia de la humildad perfecta de forma que la mantuvieras
ante tu corazón como un acicate a tu amor.
Esto es importante para
nosotros dos. Y finalmente, me he esforzado por explicar todo esto porque creo
que un conocimiento pleno sobre la perfecta humildad por sí mismo te hará más
humilde. Pues pienso a menudo que la ignorancia de los dos grados de humildad
ocasiona una buena dosis de orgullo. Es muy posible que un poco de gusto de lo
que he llamado humildad imperfecta pudiera llevarte a creer que ya eres humilde
a la perfección. Te engañarías a ti mismo y, lo que es más, habrías caído en el
fétido cieno de la presunción. Esfuérzate, pues, por conseguir esta virtud en
toda su perfección. Cuando una persona la experimenta no pecará ni entonces ni
durante mucho tiempo.
Cap. 13 y 14
* * *
[...] deja que sea la maravillosa trascendencia y
bondad de Dios la que te enseñe la humildad, mejor que el pensamiento de tus
propios pecados, pues entonces tu humildad será perfecta. Atiende más a la
soberanía absoluta de Dios que a tu propia miseria. Y recuerda que los que son
perfectamente humildes no carecerán de nada de cuanto necesitan, sea en el
orden espiritual o material. Dios les pertenece y él es su todo. Quien posee a
Dios, como atestigua este libro, no necesita otra cosa en esta vida.
Y así como él vendrá en
nuestra ayuda espiritual, de la misma manera incitará a otros a procurarnos
comida y vestido y satisfará las necesidades de la vida cuando vea que no
dejamos la obra del amor para atender a tales cosas por nosotros mismos. Digo
esto especialmente para refutar a los que erróneamente sostienen que nadie se
puede dedicar a la vida contemplativa sin haber provisto antes a todas sus
necesidades materiales. Dicen: «Dios envía la vaca, pero no por el cuerno».
Pero interpretan falsamente a Dios y ellos lo saben. Pues Dios nunca defrauda a los que verdaderamente abandonan
los intereses mundanos para dedicarse a él. Puedes estar cierto de esto: él proporcionará
una de las dos cosas a sus amigos. O recibirán en abundancia todo lo que
necesiten, o les dará aguante físico y un corazón paciente para soportar la
necesidad. ¿Qué más da que haga lo uno o lo otro? Le es todo lo mismo al
verdadero contemplativo. Todo el que pone en duda esto, demuestra que el
maligno ha robado la fe de su corazón o que todavía no está tan totalmente
entregado a Dios como debiera, a pesar de ingeniosas y estudiadas apariencias
en contrario.
Cap. 23