"…en la Iglesia
hay dos clases o formas de vida, la activa y la contemplativa. La vida activa
es inferior, y la contemplativa superior. Dentro de la vida activa hay también
dos grados, uno bajo y otro más alto. Pero estas dos vidas son tan
complementarias que, si bien son totalmente diferentes entre sí, ninguna de las
dos puede existir independientemente de la otra. Pues el grado superior de la
vida activa se introduce en el grado inferior de la contemplativa, de manera
que, por activa que sea una persona, es también al mismo tiempo parcialmente
contemplativa. Y cuando el hombre es tan contemplativo como puede ser en esta
vida, en cierta medida sigue siendo activo.
La vida activa es
de tal naturaleza que comienza y termina en la tierra. La contemplativa, sin
embargo, puede ciertamente comenzar en la tierra pero continuará sin fin en la
eternidad. Y ello porque la vida contemplativa es la parte de María que no le
será quitada. La vida activa, en cambio, se ve turbada y preocupada por muchas
cosas, pero la contemplativa se sienta en paz con la única cosa necesaria.
En el grado inferior de la vida activa la persona hace bien ocupándose
en buenas acciones y obras de misericordia. En el grado superior de la vida
activa (que se funde con el grado inferior de la vida contemplativa) el hombre
comienza a meditar en las cosas del espíritu. Ahora es cuando debe ponderar con
lágrimas la maldad del hombre hasta adentrarse en la Pasión de Cristo y los
sufrimientos de sus santos con ternura y compasión. Es ahora también cuando
crece en el aprecio de la bondad de Dios y de sus dones y comienza a alabarle y
darle gracias por las maravillosas maneras con que actúa en su creación. Pero
en el grado más alto de la contemplación -tal como la conocemos en esta vida- todo es oscuridad y una nube del no-saber.
Aquí uno se vuelve a Dios con deseo amoroso de sólo él mismo y permanece en la
ciega conciencia de su desnudo ser.
Las actividades del grado inferior de la vida activa dejan gran parte
del potencial humano natural del hombre sin explotar. En esta etapa vive, como
si dijéramos, fuera de sí mismo o por debajo de sí mismo. A medida que avanza
hacia el grado superior de la vida activa (que se funde con el grado inferior
de la vida contemplativa) se va haciendo más interior, viviendo más desde las
profundidades de sí mismo y haciéndose más verdaderamente humano. Pero en el
grado superior de la vida contemplativa se trasciende a sí mismo porque
consigue por la gracia lo que por naturaleza está por encima de él. Pues ahora
se encuentra unido a Dios espiritualmente en una comunión de amor y de deseo.
La experiencia enseña que es necesario dejar a un lado por un tiempo las obras
del grado inferior de la vida activa, a fin de adentrarse en el grado superior
de la vida activa, que, como dijimos, se funde en el grado inferior de la vida
contemplativa. De la misma manera, llega un momento en que es necesario dar de
lado estas obras también a fin de avanzar hacia el grado superior de la vida
contemplativa. Y así como es error que una persona que se sienta a meditar
piense en las cosas que ha hecho o que hará sin mirar si son buenas y dignas en
sí mismas, de la misma manera no está bien que una persona que debiera estar
ocupada en la obra de la contemplación, en la oscuridad de la nube del no-saber,
deje que las ideas sobre Dios, sus dones maravillosos, su bondad o sus obras le
distraigan de la atención a Dios mismo. Es esta una cuestión distinta del hecho
de que se trate de pensamientos buenos que reportan confort y gozo. ¡No tienen
lugar aquí!
Por ello te apremio a que deseches todo pensamiento sabio o sutil por
santo o valioso que sea. Cúbrelo con la espesa nube del olvido porque en esta
vida sólo el amor puede alcanzar a Dios, tal cual es en sí mismo, nunca el
conocimiento. Mientras vivimos en estos cuerpos mortales, la agudeza de nuestro
entendimiento permanece embotada por limitaciones materiales siempre que trata
con las realidades espirituales y más especialmente con Dios. Nuestro
razonamiento, pues, no es jamás puro pensamiento, y sin la asistencia de la
misericordia divina nos llevaría muy pronto al error".
Cap. 8