viernes, 23 de diciembre de 2016

El nacimiento de Dios en el fondo del Alma.- Maestro Eckhart (1.260-1.327) y Juan Tauler (1.300-1.361)


"Procurad, pues, que la Trinidad nazca en vosotros de verdad. No por operación de entendimiento, sino esencialmente, en el fondo del alma.

[…] Otros doctores, con mucha más acertada opinión, dicen que la imagen de la Santísima Trinidad reside en lo más íntimo, en lo más secreto, en lo más profundo. En el oculto centro del alma está Dios esencial, real y sustancialmente. Es allí donde Dios opera expandiendo su ser divino, disfrutando de sí mismo.

Fondo del que Dios no puede separarse, porque Él ha dispuesto eternamente que nunca quiere ni puede ausentarse de allí. Este fondo posee por gracia lo mismo que Dios es por naturaleza.

La gracia nacerá allí en la medida en que el ser humano, de la manera más noble, se consagre y abandone a este fondo". 
Tauler, Sermón sobre JN 3,11 


"Por consiguiente, para que se realice este nacimiento es absolutamente necesario que el alma se haya purificado del todo y viva en máxima fidelidad, en profundo recogimiento.

Renuncie el alma a vivir de las impresiones sensuales y de la distrayente multiplicidad de las criaturas.

More ella en su interior, totalmente solitaria, en la porción más noble de sí misma. Aquí está el lugar del nacimiento.

[…] En el fondo del alma reina ahora un silencio, silencio de media noche, en expectación de este divino nacimiento.

Entonces, Dios Padre pronuncia su Palabra.

[…] En tal alma, sosegada, pronuncia Dios su Palabra y se pronuncia a sí mismo. A sí mismo, digo, no una imagen. Como dice Dionisio: «Dios no tiene imagen ni semejanza de sí mismo, porque Él es todo bien, toda verdad, toda esencia. De un vistazo contempla y perfecciona las obras en sí mismo» y por sí mismo".
Eckhart, Sermón sobre SB 18,14 


"Si de tal modo el hombre preparase su morada, el fondo del alma, Dios lo llenaría sin duda alguna, lo colmaría. Si no, los cielos se romperían para llenar el vacío. La naturaleza tiene horror al vacío, dicen. ¡Cuanto más sería contrario al Creador y su divina justicia abandonar un alma así dispuesta!

Elige, pues, una de dos: callar tú para que hable Dios o hablar tú para que Él calle.

Debes hacer silencio. Entonces será pronunciada la Palabra que tú podrás entender y nacerá Dios en el alma.

En cambio, ten por cierto que, si tú insistes en hablar, nunca oirás su voz.

Lograr nuestro silencio, aguardando a la escucha del Verbo, es el mejor servicio que le podemos prestar. Si sales de ti completamente, Dios se te dará en plenitud, porque en la medida en que tú sales, Él entra. Ni más ni menos".
Tauler, Sermón sobre IS 9,5