domingo, 1 de enero de 2017

De la «lectura», el «pensamiento» y la «oración», tres hábitos que ha de desarrollar el principiante en la contemplación.- La Nube del No-Saber, Anónimo del siglo XIV.


Todo aquel que aspira a la contemplación ha de cultivar el Estudio, la Reflexión y la Oración, o dicho de otra manera, la lectura, el pensamiento y la oración. Otros han escrito sobre estas disciplinas con más detenimiento de lo que yo puedo hacer aquí, por eso no hay necesidad de que trate de ellas ahora en detalle. Pero diré esto a los que puedan leer este libro, tanto principiantes como un poco avanzados (aunque no a los muy expertos en la contemplación): estas tres cosas son tan interdependientes que es imposible pensar sin primero leer o -lo que es lo mismo- haber oído leer a otros. Pues la lectura y la audición son realmente una misma cosa; los sacerdotes aprenden leyendo libros y los no letrados aprenden de los sacerdotes que predican la palabra de Dios. Los principiantes y los poco avanzados que no se esfuerzan por meditar la palabra de Dios no deberían sorprenderse si son incapaces de orar. La experiencia confirma esto.

La palabra de Dios, hablada o escrita, es como un espejo. La razón es tu ojo espiritual, y la conciencia tu semblante espiritual. Y así como empleas un espejo para detectar un defecto en tu persona -y sin un espejo o alguien que te diga dónde está la mota no podrías descubrirla-, de la misma manera, en el orden espiritual, sin la lectura o la audición de la palabra de Dios, el hombre, ciego espiritualmente a causa de su pecado habitual, es incapaz de ver la mancha en su conciencia.

Cuando una persona descubre en el espejo -o se entera por otra- que su cara está sucia, va inmediatamente a la fuente y se lava. De la misma manera, cuando un hombre de buena voluntad se ve a sí mismo reflejado por las Escrituras o por la predicación de otros y se da cuenta de que su conciencia está manchada, corre inmediatamente a limpiarse. Si es una mala obra particular la que descubre, entonces la fuente que ha de buscar es la Iglesia y el agua que ha de aplicarse es la Confesión según la costumbre de la Iglesia. Pero si es la raíz ciega y la tendencia al pecado lo que ve, entonces la fuente que debe buscar es el Dios de toda misericordia y el agua que ha de emplear es la oración con todo lo que esto supone.

Por eso quiero que entiendas con claridad que para los principiantes y los poco avanzados en la contemplación, la lectura o la escucha ponderada de la palabra de Dios ha de ser lo primero, ya que sin un tiempo consagrado a la reflexión seria no puede haber oración genuina.

Cap. 35