“Si la naturaleza es como la
iniciación de todas las religiones,
la oración sería como la
consumación,
puesto que las contiene a
todas”
Obras póstumas, La Oración
"...siendo
la oración para su Ser intelectual
[ser
espiritual del hombre]
lo
que la respiración es para su cuerpo".
[CN,
IX]
“La oración es la principal religión del hombre porque
es la que une nuestro corazón a nuestro espíritu; y esto ocurre porque nuestro corazón y nuestro
espíritu no están ligados al cometer tantas imprudencias, viviendo en medio de
tantas tinieblas e ilusiones. Cuando, al contrario, se unen nuestro espíritu y
nuestro corazón, Dios se une naturalmente a nosotros, puesto que nos ha dicho
que cuando nos reunamos en su nombre, estará entre nosotros, y entonces
podremos decir, como el Reparador: Dios mío, sé que me complaces siempre”.
Obras
póstumas, La Oración
“La oración es el verdadero alimento del alma, es de aquí de donde se activan todas sus facultades,
es también el lugar de donde retira sus mayores fortalezas y toda la evidencia
de la luz”.
Continuación
de las instrucciones sobre el otro plano
“¿Dónde encontraré una
idea justa de la oración y de los efectos que puede producir? Es mi único
recurso, mi único deber, mi única obra en esta región tenebrosa y en este
miserable teatro de expiación.
Puede purificar y
santificar mis vestiduras, mis alimentos, mis posesiones, las materias de mis
sacrificios, todos los actos y todas las ataduras de mi ser.
Por mi oración, puedo
alcanzar hasta las esferas superiores, cuyas esferas visibles no son más que
imágenes imperfectas.
Más aún, si aparece
delante de mí un hombre cuyos discursos o defectos me afligen, puedo, por la
oración, retomar interés por él, en lugar de la antipatía que me había causado.
Podré obtener, por mi
oración, que el impío se vuelva religioso, que el hombre colérico se haga manso
y el insensible se llene de caridad. Puedo, por ella, resucitar la virtud por todas partes.
A través de mi
oración, conseguiré descender a los lugares de tinieblas y de dolor, y llevar
hasta allí algún alivio. ¿No fue la oración lo que en otro tiempo levantó
al cojo, hizo ver al ciego y oír al sordo? ¿No fue la que resucitó muertos?
Debo esperar todo de
Dios, sin duda; pero esperar
todo de Dios no es permanecer en la apatía y en la quietud. Es implorarle, por mi actividad y por las
dolencias secretas de mi alma, hasta que, estando libre mi lengua, pueda
suplicarle con sonidos armoniosos y cánticos.
Por la fuerza y la
perseverancia en mi oración, obtendré, o la convicción exterior, que es el
testimonio, o la convicción interior, que es la fe. He ahí por qué los sabios dijeron que la oración era
una recompensa.
El secreto del
progreso del hombre consiste en su oración; el secreto de su oración, en la
preparación; el secreto de la preparación, en una conducta pura.
El secreto de una
conducta pura está en el temor de Dios; el secreto del temor de Dios, en
su amor, porque el amor es el principio y la sede de todos los secretos, de
todas las oraciones y de todas las virtudes.
¿No fue el amor el que
profirió las dos oraciones más grandiosas que fueron comunicadas al hombre? ¿La
que Moisés escuchó sobre la montaña, y la que Cristo pronunció delante de sus
discípulos y del pueblo reunido?” [HD
101]
“No es por la repetición de las palabras de la oración
por lo que el hombre nuevo ha llegado a esta unión con el espíritu, sino por el
fuego interior de su ser, que se ha inflamado y ha difundido alrededor de él
una luz parecida a aquella de la que ha tomado en su origen. La ley de la afinidad ha hecho todo lo demás y ni
siquiera ese fuego de su ser interior se ha encendido nada más que por el suave
soplo de la sabiduría, que solo pretende dar a cada cosa sus propiedades. […]
Ese es, pues, el suave soplo de esta sabiduría que va a desarrollar
en el hombre nuevo su verdadera oración, que es la acción natural de su ser,
pues esa oración no debe tener más finalidad que mantener en el hombre el
orden, la seguridad, la medida. Debe
hacer que el enemigo esté siempre fuera de lugar, que el corazón del hombre
beba siempre en las fuentes de aguas vivas y su pensamiento sea como un foco en
el que se unen las luces Divinas, para reflejarse después con más fulgor. Como éstas son las facultades primitivas del hombre,
cuando llegan a alcanzar la meta a la que están destinadas, el hombre está
realmente en su oración o, mejor dicho, el hombre está entonces realmente en la
oración y en el sacrificio del aroma más
agradable que pueda recibir el Señor. Pero ¿dónde está el que se ha convertido
de verdad en una oración y en un sacrificio del aroma más agradable para el
Señor? […]
En cuanto al hombre
nuevo, se ha convertido en realidad en una oración activa, con lo que sus
facultades han recuperado los derechos de su destino original. Ha dicho: «invocaré a Dios en el nombre del reparador,
invocaré al reparador en el nombre del cumplimiento de la ley, invocaré al
cumplimiento de la ley en el nombre de la fe, invocaré a la fe en el nombre de
mis obras y de la constancia de mis santas resoluciones». Estos son los cuatro
ríos que este hombre nuevo ha encontrado en él. […]
Nunca insistiríamos
bastante en que no ha sido con la repetición de las palabras de la oración con
lo que el hombre nuevo ha llegado a llenarse de estas tranquilas inteligencias
que difunden alrededor de ellas la calma y el reposo. Lo ha hecho recogiendo
con cuidado todo el fuego de su ser interior que ve que se eleva como una llama
pura, viva y ligera que purifica el aire y lo agita suavemente, haciendo que
exhale un viento refrescante". [HN 49]
“Trata, por tanto, de
despojarte de todos estos impedimentos que te retienen en las tinieblas, vuelve, con tus trabajos y tus constantes oraciones, a
tu sencillez original. Oirás que se pronuncia dentro de ti esta
palabra: santo, santo, santo…” [HN 17]
“Levántate, hombre,
todos los días antes de amanecer, para acelerar tu obra. Es una vergüenza para
ti que tu incienso diario sólo levante su humo después de salir el sol. No es el alba de la luz la que debería invitar a tu
oración para que venga a rendir homenaje al Dios de los seres y a pedir sus
misericordias, sino que es tu oración la que debería llamar al alba de la luz y
hacer que brille en tu obra,
para que, acto seguido, pudieses verterla desde lo alto de este oriente celeste
sobre las naciones dormidas en su inactividad y sacarlas de sus tinieblas”. [HN 8]