De las facultades del espíritu en general; cómo la memoria, como facultad principal, abarca en sí misma todas las demás facultades y sus obras.
La razón, la voluntad, la imaginación y la
percepción sensorial son las potencias con las que el hombre opera para
elaborar los datos de la realidad. La memoria es la facultad comprehensiva que
recibe, selecciona y retiene el conocimiento adquirido a través de las otras
cuatro facultades. Puesto que la naturaleza de la función de la memoria es tan
diferente de la de las otras facultades, no podemos decir propiamente que
opera, en sentido activo, sino que más bien entiende en una actitud propiamente
receptiva.
A unas facultades del hombre las llamo primarias y
a otras secundarias, no porque el espíritu del hombre sea divisible, sino
porque los datos que elaboran se pueden dividir en dos categorías principales.
La primera incluye todos los datos relativos al espíritu, y la llamo primaria;
la segunda incluye todo lo relativo a la materia, y la considero secundaria.
Cuando las dos facultades principales, razón y voluntad, tratan directamente
las cosas espirituales, pueden funcionar independientemente de la imaginación y
de la percepción sensorial.
La imaginación y la percepción sensorial operan con
lo material, tanto presente como ausente. Residen en el cuerpo y funcionan a
través de los cinco sentidos del cuerpo. Pero mientras la razón y la voluntad
funcionan de una manera autónoma, la imaginación y la percepción sensorial
requieren la asistencia de la razón y de la voluntad a fin de poder captar
incluso las cosas materiales en su totalidad. La esencia, las causas, las
propiedades y diferencias de las cosas materiales son inaccesibles a la
imaginación y a la percepción sensorial sin la ayuda de las facultades
primarias.
Resumiendo, pues, la razón y la voluntad se llaman
primarias, porque no son materiales y pueden funcionar independientemente de
las otras facultades dentro de la esfera de lo espiritual. La imaginación y la
percepción sensorial se llaman secundarias, porque operan con las cosas
materiales y actúan en el cuerpo a través de los cinco sentidos. La memoria es
una facultad primaria porque, si bien no opera directamente con los datos de la
realidad, abarca en sí misma las otras cuatro facultades, juntamente con el
conocimiento que estas adquieren. Explicaré esto más detenidamente.
De las otras dos facultades principales, la razón y la voluntad; cómo funcionaban antes del pecado original.
La razón es la facultad que nos permite distinguir
lo bueno de lo malo, lo bueno de lo mejor y lo mejor de lo buenísimo. O, según
los casos, lo bueno de lo malo, lo malo de lo peor y lo peor de lo malísimo.
Antes de pecar, el hombre hacía esto de una manera natural y fácil, pero ahora
la razón, cegada a consecuencia del pecado original, yerra a menos que esté
iluminada por la gracia. La memoria abarca tanto la razón como su objeto.
Después de que la razón ha determinado lo que es
bueno, la voluntad se dirige hacia ello con amor y deseo y descansa finalmente
en ello con satisfacción, deleite y pleno consentimiento. Antes del pecado
original, el hombre no se encontraba en peligro de elegir y de amar un falso
bien, ya que en su integridad original experimentaba cada cosa como realmente
era. Ninguna de sus facultades estaba perturbada y no era propenso a ser
engañado por ninguna de ellas. Pero en el presente orden de cosas, el hombre no
puede elegir el bien de una manera firme sin la asistencia de la gracia. El pecado
original le dejó herido y ciego, de manera que es fácilmente engañado por las
apariencias y llevado a elegir un mal disfrazado de bien.
La memoria abarca, asimismo, la voluntad y su
objeto.
De la primera facultad secundaria, la imaginación; cómo funciona y cómo la ha dañado el pecado original.
Con la facultad de la imaginación reproducimos para
nosotros la imagen de las cosas presentes o ausentes. La imaginación y todas
las imágenes que reproduce se hallan contenidas en la memoria. Antes del pecado
original, la imaginación cooperaba totalmente con la razón. Como una criada,
reflejaba fielmente cada imagen de acuerdo con la realidad, y así la razón
nunca era engañada en sus juicios por una imagen deformada de cualquier cosa,
fuera material o espiritual. Ahora, sin embargo, esta integridad de nuestra
naturaleza se ha perdido, y la imaginación no cesa día y noche de deformar la
imagen de las criaturas materiales, de tergiversar su esencia espiritual o de
engendrar en nuestra memoria fantasmas de cosas espirituales. Sin la ayuda de
la gracia corremos el peligro de tener grandes errores de percepción,
produciéndose así muchas deformaciones de la realidad.
La naturaleza indisciplinada de la imaginación es
evidente en la experiencia de los neófitos que acaban de dejar el mundo y que
están en el comienzo de la vida contemplativa. No sin gran dificultad apartan
su alma de millares de pensamientos e imágenes placenteras, o de fantasías en
torno a su pasado que la imaginación desbocada proyecta continuamente sobre la
pantalla de su alma. Esta habitual actividad indisciplinada de la imaginación
es una de las consecuencias dolorosas del pecado original. A medida que estos
neófitos progresan en las prácticas de la vida contemplativa, meditando
fielmente en su humana fragilidad, en la Pasión de Cristo, su bondad
trascendente y en las demás verdades de la vida interior, la razón va
gradualmente sanando, recuperando su justo predominio sobre la imaginación.
De la otra facultad secundaria, la percepción sensorial; cómo funciona y cómo ha sido dañada por el pecado original.
La percepción sensorial es la facultad de nuestra
alma que se vale de los sentidos y es dueña de ellos. Esta facultad es una
bendición para nosotros porque nos permite conocer y experimentar todas las
criaturas materiales y determinar si son buenas o no para nosotros. La
percepción sensorial incluye tanto los sentidos externos como los internos. Los
sentidos externos atienden a la satisfacción de nuestras necesidades físicas, y
los internos sirven a la inteligencia. Es la facultad que se rebela cuando el
cuerpo experimenta alguna necesidad y la que nos puede mover también a
excedernos en la satisfacción de cualquier necesidad. Refunfuña ante la
privación del placer y cuando se le inflige un dolor, alegrándose vivamente
cuando se le quita el dolor y se le devuelve el placer. La memoria abarca
también la facultad de la percepción sensorial y todo lo que experimenta.
Así como la imaginación es la criada de la razón,
la percepción sensorial es la esclava de la voluntad. Antes de que el hombre
pecara, era una esclava perfecta, puesto que cualquier deleite o dolor suyo
estaba en perfecta consonancia con la realidad. No comunicaba a la voluntad
ninguna sensación desordenada acerca de criatura alguna material, ni el demonio
despertaba experiencia espiritual engañosa en los sentidos internos.
Pero ya no es así. Debido al pecado original,
experimenta dolor cuando se ve privada de placeres desordenados, por los que
suspira ciegamente, y cuando se ve sometida a una disciplina saludable, que
rechaza. La gracia ha de fortalecer la voluntad para que acepte humildemente su
parte en las consecuencias del pecado original, manteniendo a raya la
percepción sensorial para que no se exceda en los placeres legítimos y adquiera
el gusto por una disciplina saludable. Sin la gracia, la percepción sensorial
se entregaría caprichosamente a los placeres de la vida y de la carne
degradando al hombre hasta convertirlo más en una bestia que en un ser humano,
que tiene un destino espiritual.
Cap. 63-66